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La protesta de una reina de belleza

Elizabeth Lino es la Última Reyna de Cerro de Pasco, una reina de belleza que preside una singular campaña: la promoción de Raúl Rojas como Maravilla Universal y Paisaje Cultural Histórico de la Nación. Raúl Rojas no es solo un personaje ilustre, también es el nombre del tajo que ha alterado la fisonomía de su ciudad.

Fotomontaje tomado de Facebook de la Última Reyna.

Con una mano en alto y con un cetro en la otra, la Última Reyna saluda sonriente a la ciudad de Cerro de Pasco, o a lo que queda de ella. Pronto la ciudad será reubicada y Miss Cerro de Pasco se ha propuesto hacer hasta lo imposible para que el Perú, y el mundo, conozca al honorable responsable de este suceso: el tajo abierto Raúl Rojas.


Gracias a la expansión de la minería, un gran hoyo de dos kilómetros de diámetro y 400 metros de profundidad ha logrado desplazar a los habitantes de la ciudad. Los ha premiado, obligándolos a convivir entre ruinas, construcciones desmanteladas y desechos mineros. En resumen, eso que llaman progreso. Ninguna prueba mejor que esta: en Cerro de Pasco, las personas han alcanzado tal nivel de desarrollo y riqueza que incluso el agua que toman, el aire que respiran y la tierra de la que viven, contiene oro.


“La ironía es un escudo de fuerza”, explica Elizabeth Lino al hablar de su proyecto La Última Reyna de Cerro de Pasco.


En su proyecto performativo confluyen la antropología, la literatura, las artes plásticas y el registro documental. Su objetivo es exponer la agonía de Cerro de Pasco a raíz de la extracción minera. Lo intenta a través de su propio testimonio y de su alter ego, La Última Reyna.


Ella no es una reina de belleza cualquiera. Para empezar, no ha ganado ningún certamen, es una reina autoproclamada. Tampoco cumple con las características típicas de las participantes de estos concursos: no es espigada, no es rubia, no es carismática. Es bajita, voluptuosa, combativa, y sobre todo, habla de aquello de lo que nadie quiere hablar: la irreversible decadencia de Cerro de Pasco.


Para Elizabeth este no solo es el proyecto que más oportunidades y reconocimiento le ha dado. Es una tarea que se autoimpuso. Se indignarán los patriotas, pero a ella pensar en su lugar de origen no le evoca nostalgia, sino dolor y rabia. Es un proyecto visceral, y aunque hablar desde una herida sea agotador, su performance pronto cumplirá seis años.


Pero ella no siempre fue reina, ni empática. Ni siquiera consciente de los cambios que estaban sucediendo a su alrededor.



Un hueco en todas las ciudades del mundo


Cuando era niña Elizabeth pensaba que todas las ciudades del mundo tenían un gran hoyo en medio. Lo cuenta riéndose por lo descabellado que suena. Al llegar a Lima, en 1989, para estudiar en la universidad, ella esperaba encontrar un hueco en medio de la capital.


-¿Nunca te preguntaste por qué había un tajo gigante frente a tu casa?


-Era una cosa tan natural, algo de lo que no te sorprendes, porque siempre está ahí. Es lo que siempre cuento. Era normal salir y bordear el tajo para ir al centro de la ciudad. No te lo preguntas porque es parte de tu cotidiano. Tú pasas por acá y hay un árbol, y bueno este árbol siempre ha estado ahí, ya cuando crezcas te harás la pregunta, pero inicialmente nunca pasa nada, vas al colegio, vas a la universidad, o lo que sea, y ese agujero está ahí.


Ahora la casa en la que en algún momento vivió y cuya vista daba al tajo, ya no existe. El tajo, como a muchas otras cosas, la devoró.


Tampoco era raro que toda su vida, y la de su entorno, estuvieran atadas a la mina. Su abuelo trabajó en la primera minera privada que llegó a la ciudad, una empresa norteamericana llamada Cerro de Pasco Corporation. Esta monopolizó rápidamente toda la actividad extractiva y empezó a utilizar la laguna de Quiulacocha –hoy inexistente- como depósito de relaves.


En 1974 el gobierno de general Juan Velasco Alvarado nacionalizó la industria minera. Centromín-Perú tomó el control en Cerro de Pasco y dio trabajo a miles de peruanos –entre ellos, el abuelo y el padre de Elizabeth-. Ambos buscaban una oportunidad para trabajar ahí, pero vivir en otro lugar. “Mi abuelo se murió sin regresar a Cerro de Pasco, porque la gente simplemente se va a morir a otros lugares”.


Desde pequeña Elizabeth tenía claro que su principal objetivo era irse de esa ciudad. Nunca olvidará que en sexto grado experimentó su primera frustración al respecto: no ganó la beca que la empresa minera ofrecía a los hijos de los trabajadores para estudiar la secundaria en un colegio internado en Lima.


Durante la adolescencia la frustración continuó. Se encerraba en su cuarto a leer y se sentía apática frente a lo que sucedía alrededor suyo. “Yo lo único que quería era irme de ahí. No encontraba algo que me atrapara. Cerro de Pasco es un lugar gris, influye en cómo te relacionas con la vida y siento que hay bastante apatía”.


Su primer contacto con la realidad de Cerro de Pasco fue leer “Redoble por Rancas”, de Manuel Scorza. Esta novela narra la lucha del pueblo de Rancas contra la Cerro de Pasco Corporation. En ese momento significó una lectura estremecedora; el libro contaba una serie de injusticias y hechos históricos, mezclados con ficción, hechos sobre los que nunca le habían hablado. Años después sería la inspiración para su tesis de maestría.


Siempre con la cabeza puesta en Lima, pero con el cuerpo en Cerro de Pasco, Elizabeth vivió insatisfecha en un lugar que no le ofrecía posibilidades. Este escenario, que hace insostenible la vida para muchos adolescentes cerreños, provocó que 12 de ellos se suicidaran y otros 50 lo intentaran en 2011. Tres años antes, el ambientalista italiano Flaviano Bianchini investigó los recursos hídricos y la salud en el poblado de Paragsha, y descubrió que 18% de los suicidas en esta comunidad eran adolescentes entre 10 a 19 años.


-¿Alguna vez te has preguntado qué hubiera pasado si te quedabas ahí?


-Probablemente hubiera estudiado educación o enfermería, pero he tenido el privilegio de salir, fui terca y mis padres me apoyaron. Me lancé solita para acá. Si regresara a Cerro de Pasco, me sentiría como en una jaula.

Elizabeth Lino 30 años atrás. Fotomontaje extraído de Facebook de la Última Reyna.

La ciudad que la adoptó


A los 15 años terminó el colegio y vino a Lima para estudiar biología en la Universidad Cayetano Heredia. “En Biología me sentía bien. Sabía que podía hacer la carrera. La universidad era muy buena, pero era demasiado exigente para el nivel de preparación que yo tenía; sufrí muchísimo. En mi vida había hecho trigonometría, era frustrante. Fue con química cuando exploté. Empezaron dos crisis: la del fujishock y la de mi vocación”.


Pero antes de abandonar la biología, aprendió algo muy valioso que recordará toda la vida. Mientras estudiaba el primer año de la carrera trabajó junto a un bioquímico que estudiaba día y noche, y tenía una precisión admirable cuando extraía muestras de sangre a los roedores. A diferencia de Elizabeth -quien ahora confiesa que cometió muchos errores en esas pruebas- el bioquímico era un perfeccionista. Fue entonces cuando ella aprendió que para ser feliz tenía que hacer las cosas con pasión. Entendió que tenía que buscar algo que la mantuviera viva.


Dejó la universidad, empezó clases de inglés y trabajó en todo lo que no requiera un título universitario. Un día, cuando salía de sus clases de inglés, algo cambió. Un cartel pegado en el mural de su instituto convocaba a todos a una audición para algo llamado “Proyecto Escuela”. La cita era en la Casa Yuyachkani. Ese fue el momento que definió su futuro.


Nunca había considerado hacer teatro. Ahora un grupo del que no había escuchado jamás, y cuyo nombre le sonaba impronunciable, buscaba actores y actrices interesados en aprender su metodología y participar en una obra llamada Sarita con-cierto teatro.


Yuyachkani es un grupo cultural que posee una trayectoria de más de 40 años. Vincula el teatro, la cultura y la política de manera que sus obras invitan al público a reflexionar sobre la sociedad, la memoria y la pluriculturalidad peruana.


“Hice mi audición, fue terrible, no me aceptaron. Porque yo no tenía ningún talento desarrollado, fui porque me llamó la atención. Leí un texto de Sarita con-cierto teatro, y recuerdo que estaban todos mirándome, serios. En esa época eran mucho más rígidos que ahora, debías entrenar a la hora… Ahora te dejan entrar al escenario con zapatos, en ese momento ni pensarlo”.


A pesar del rechazo, Elizabeth encontró algo en el teatro que la hizo quedarse cerca. Se inscribió en dos talleres, uno con Ana Correa, integrante de los yuyas, y otro de zancos, con Alfredo Alarcón. Poco después, una vez más, otra casualidad cambiaría el rumbo de su vida. La actriz que hacía del personaje de Sarita Colonia se marchó de la obra y Elizabeth fue convocada para reemplazarla.


-“(Miguel Rubio, el director) me hizo llorar porque hice la audición de Sarita y me miraba, pero no me daba bola. De ahí fue una cuestión de seguirlos en lo que sea, me metía en todo. Me enamoré, sentí como si el teatro me devolviera la vida”.


Luego regresó a la universidad, pero para estudiar literatura en San Marcos. Se sentía adoptaba por Lima. “Yo me fui a los 15 años de Cerro de Pasco y es como si te obligaran a perder tus raíces, yo puedo regresar, pero jamás para establecerme. Ese lugar donde nací es tan horroroso, pero a la vez te dan ganas de cobijarlo. Es una relación de amor y odio. A Lima le tengo mucho cariño porque es la ciudad que me adoptó. La gente siempre dice: “Odio Lima”. Pero yo acá he hecho mis amigos, mi carrera y de aquí he partido para todos lados”.


2012. Intervención artística en relave Quiulacocha. Extraído del Facebook de la Última Reyna

El regreso

Luego de explorar las posibilidades del teatro y pasar por la universidad, Elizabeth regresa a Cerro de Pasco en 2003. Fue en ese momento cuando tomó conciencia de los cambios que estaba sufriendo la ciudad en la que había crecido.

“No sé si es José Carlos Mariátegui quien dijo: “Cuando estás lejos, te das cuenta de lo que está pasando allá en ese otro lugar que te pertenece”. Eso me paso a mí. Además, desde que yo me fui habían crecido bastante los desmontes y los depósitos de relave estaban muchos más grandes. El tajo había crecido, y se notaba más la desaparición de varios espacios de la ciudad. Recuerdo que una tía que vive allá una vez me dijo: Pero de qué nos sorprendemos tanto si toda la vida hemos vivido con los desmontes, toda la vida hemos vivido así”.

El tajo se había integrado por completo a la ciudad y a sus habitantes. Incluso le empezaron a encontrar utilidad: la gente lo usaba para tender la ropa o para pintar avisos publicitarios.

A partir de este momento, surgiría la particular preocupación de Elizabeth frente a la deplorable situación de Cerro de Pasco. Sin embargo, tuvieron que pasar varios años para que ella asuma su compromiso con la ciudad.

En el 2008, el Estado promulgó la ley 29293 que declaraba de necesidad pública e interés nacional el traslado de la ciudad de Cerro de Pasco a causa de sus altos índices de contaminación. Elizabeth ya había publicado un libro sobre la comunidad de Rancas y el diario El Comercio le pidió que escriba un artículo al respecto.

Para entonces la futura reina estaba alejada de Yuyachkani. Había vivido algunos años en el extranjero y, en medio de una crisis existencial, pensaba en qué iba a hacer con su vida y con todo ese tiempo que le había dedicado al arte.

Una vez más, el teatro le devolvería su centro. Unos días después de que el artículo sobre el traslado fuera publicado en El Comercio, Miguel Rubio la llamó para trabajar juntos en algo relacionado al tema. Después de caerse de espaldas por la sorpresa, aceptó la invitación.

-“Miguel es el padre del monstruo y Yuyachkani otra vez volvió a salvarme la vida”.



Nace una nueva reina: Miss Cerro de Pasco

Zenón Aide Díaz es un escritor cerreño y autodidacta, que trabaja temas de tradición popular, pero que no es reconocido oficialmente. Zenón vivía en Cerro de Pasco cuando a causa de la humedad, se derrumbó su casa. Para apoyarlo, Elizabeth escribió una carta a la Municipalidad de Cerro de Pasco, en la cual pedía ayuda para Zenón, pero las autoridades no mostraron interés. Días después la municipalidad lanzó una campaña para promocionar el nuevo Concurso Miss Pasco.


Elizabeth estaba enojada e indignada. En una reunión con Miguel Rubio, para sus habituales sesiones de trabajo, le contó lo ocurrido. A las autoridades cerreñas les importa más invertir su dinero en explotar la imagen de las jóvenes que ayudar a uno de los más importantes escritores de la ciudad. En medio de este enfado, Miguel le preguntó: Y ¿por qué tú no eres la reina, la última reina?


En ese momento nace el proyecto. Una reina autoproclamada porque nadie la eligió, y última porque Cerro de Pasco se va a mudar, y cuando esto suceda, le cederá el trono a la soberana de la próxima ciudad. Así, actriz y director, fueron construyendo juntos el personaje, aprovechando la realidad y la historia como mayor fuente de inspiración.


Es un trabajo progresivo que aprovecha de los hechos que suceden, tanto en términos de la coyuntura política nacional, como de las casualidades. La “Y” en Reyna fue un error del costurero al que Elizabeth le mandó a hacer el bando.


La performance no solo se ha restringido a tomar espacios físicos, también ha sabido aprovechar el espacio virtual. Las redes sociales han contribuido muchísimo a la acción: laÚltima Reyna ha denunciado o informado desde su página y perfil de Facebook sobre hechos vinculados a la situación precaria de Cerro de Pasco y a la actividad minera que no deja de contaminarla.


Las redes sociales también han sido un termómetro para conocer la reacción de las personas frente al proyecto. Y hay de todo al respecto. Algunos piensan que la Última Reyna tiene intenciones políticas o que ofrece una mala impresión de la ciudad.


Lo cierto es que el personaje le da autoridad y la empodera. Ella, como Elizabeth, podría escribir en Facebook denunciando cualquier abuso y apenas tendría dos likes. La Reyna, en cambio, tendría miles de likes y compartidos.


Pero su personaje también le sirve como escudo emocional; utiliza un lenguaje irónico que no es propio de ella. Al principio le costaba mucho controlar su ira o su dolor, lo que en cierta medida, confundía al espectador.


-“Cuando no soy Reyna, lloro”, dice Elizabeth, quien ya ha tenido algunas experiencias en presentaciones donde no ha ido vestida de Reyna y ha terminado en lágrimas la exposición del proyecto. Ha pensado en abandonar el reinado, pero siempre, de casualidad, aparece una nueva oportunidad como señal de que todavía debe haber Reynapara rato. Aunque carece de influencia política y poco o nada ha mejorado en su ciudad natal, actuar representando a su personaje le da una satisfacción inmensurable. Su director sueña con verla viejita, con el pelo blanco haciendo por milésima vez el papel de la Última Reyna. Así será.

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