Es un lunes soleado y caluroso, raro para un otoño limeño, pero preferible al monótono gris que pronto volverá con el invierno. La iglesia Virgen del Pilar se yergue imponente en el cruce de Camino Real y VÃctor Andrés Belaunde, en San Isidro. Al costado del templo está la casa madre de una de las comunidades religiosas más antiguas de Lima: la centenaria congregación de los Misioneros Pasionistas. A ese grupo de intrépidos evangelizadores, que han arriesgado sus vidas en las selvas de San MartÃn y Loreto, pertenece el padre Antonio MarÃa Artola Arbiza. Él fue llamado por Dios para cumplir la misma misión, pero de un modo diferente, aunque no menos esforzado. El padre Artola ha consumido sus años desentrañando los misterios de las Sagradas Escrituras para que todos podamos leer y comprender la Palabra de Dios.
Blanco, alto y algo encorvado, el padre Antonio pronto cumplirá 84 años. Su edad explica algunas arrugas en su rostro, asà como las canas que cubren su barba y abundante cabellera. De ojos pardos y mirada penetrante, voz tenue y algo carrasposa, este sacerdote español es muy expresivo: cada palabra suya va acompañada de un ademán elocuente. Cuando un tema le preocupa se lleva las manos a los costados de la cabeza, inclinándose, como tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresarse. Viste siempre el traje clerical negro: camisa de algodón y pantalón de casimir. A la altura del cuello destaca por su blancura un collarÃn romano. En los dÃas más frÃos se coloca un abrigo negro y una boina del mismo color para salir a la calle. Es la coherencia personificada: hace todo con mucho cuidado y dedicación, su modo de vestir va en consonancia con el trabajo que realiza, con la imagen que desea proyectar y con la tarea que Dios le encomendó.
Su misión se inició muy lejos del Perú, en el PaÃs Vasco, España, donde nació el primero de noviembre de 1929, en Villabona, Guipúzcoa, un pueblito a 20 kilómetros de San Sebastián. Su familia era campesina, vivió en un ambiente patriarcal, donde todos eran cristianos practicantes.
- Una vida simple y sin complicaciones Mi padre se llamaba Ignacio Antonio y mi madre MarÃa Hilaria, recuerdo que eran muy buenos y sencillos- dice el religioso con énfasis.
Antonio MarÃa tenÃa solo seis años cuando estalló la Guerra Civil Española, en 1936. Este conflicto, empero, afectó poco la vida de poblaciones alejadas como Villabona. Estudiaba la primaria en el pueblo, cuando su padre tomó una decisión clave: lo matriculó en el Colegio de La Salle del caserÃo de Andoain.
- Los dos años en La Salle me transformaron: Todos los dÃas, una primera media hora de catequesis intensiva y formación religiosa integral.
Sin aquella formación Antonio no hubiese podido entrar en una congregación religiosa. En ese ambiente propicio nació su vocación misionera. Pero para dar ese paso tuvo que hacer un discernimiento progresivo.
- Una vez, el hermano Leopoldo me preguntó:
- ¿Quieres ser de La Salle?
-Sin pensarlo dos veces yo dije que sÃ.
Si no hubiese sido por la intervención oportuna de su hermana Carmen, el protagonista de nuestra historia habrÃa acabado por otros rumbos: Sucedió que el pequeño Antonio habÃa comunicado a los suyos que pensaba hacerse religioso y hermano de La Salle. Su hermana mayor, Carmen, encontró el momento propicio para cuestionarlo con mucha simplicidad:
-¿Pero si vas a ser religioso? ¿Por qué no cura?
El padre Artola revive esos momentos de incertidumbre y recuerda:
-Yo no afirmé, ni negué.- Se quedó en silencio.
Carmen tomó esa actitud como la expresión de un deseo profundo de su menor hermano y decidió llamar a un misionero pasionista, hermano de su novio. Este vino de visita y ese hecho providencial cambió todo su futuro vocacional. Al cumplir 12 años ingresó al aspirantado de los pasionistas en Gaviria, en plena Segunda Guerra Mundial. Luego pasó al seminario menor y siguió al noviciado.
-No tuve más dudas, me sentÃa muy contento. Desde el primer año conocà la vida de San Gabriel de la Dolorosa, a través de la lectura. Me encariñé tanto con él que lo hice mi modelo durante todo el tiempo de estudios en el seminario. Antonio MarÃa Artola hizo su profesión religiosa a los 18 años, en 1948. La Gran Guerra habÃa terminado, pero todo comenzaba para el joven pasionista.
Uno de sus mayores logros fue participar en la traducción de las Cartas de San Pablo para la versión española de la Biblia de Jerusalén. Es un sacerdote pasionista que ha entregado su vida al estudio de la palabra de Dios: analizó los manuscritos bÃblicos en Tierra Santa, enseñó teologÃa en universidades de Europa y América Latina, y puede hablar de religión en cinco idiomas.
Un mÃstico apasionado de las Sagradas Escrituras
PERFIL : Antonio MarÃa Artola Arbiza
crónicas
Redactor
Su nombre de pila era Francisco y nació el primero de marzo de 1838, en AsÃs, Italia. Estudió primero con los Hermanos Cristianos y luego con los padres jesuitas. Joven dinámico y apasionado por la fe cristiana, un 22 de agosto de 1856 sintió que la
Virgen MarÃa lo llamaba a hacerse religioso e ingresó a la Congregación de la Pasión un mes después con el nombre religioso Gabriel de la Dolorosa. Toda su vida fue caracterizada por un amor intenso a Jesús crucificado, a la EucaristÃa y a la Virgen MarÃa. Murió en éxtasis, rodeado de su comunidad religiosa, el 27 de febrero de 1862. Fue canonizado por Benedicto XV en 1920 y declarado patrón de la juventud católica italiana.
San Gabriel de la dolorosa
Antonio MarÃa partió para sus estudios bÃblicos hacia Jerusalén, donde encontró una escuela muy abierta. Muchos sacerdotes se secularizaron allá, antes del concilio. Entrar en la Escuela BÃblica y Arqueológica de Jerusalén, que une la calidad literaria de sus traducciones, a partir de los textos originales, al rigor crÃtico, suponÃa verse sometido a una fuerte prueba de fe:
-Fui a Tierra Santa con naturalidad. Me decÃa a mà mismo:
-La fe no me lo quita nadie, yo estudiaré.
Jerusalén era un hervidero de conflictos: las diversas confesiones religiosas competÃan por los Santos Lugares. La Ciudad Santa es el recinto del templo de Salomón, para los judÃos; los musulmanes la conquistaron y construyeron una mezquita en honor a la noche en que Mahoma fue arrebatado al cielo desde el Domo de la Roca. Los cristianos, de distintas denominaciones, se disputan las zonas por las que pasó Cristo, incluyendo el Santo Sepulcro. El padre Antonio llegó en 1957, cuando Palestina estaba militarizada:
-La formación bÃblica era experimentar la realidad geográfica: El documento y el monumento. Lo que tienes en los libros está a la mano en Jerusalén o en los pueblos de la zona. Todas las tardes salÃamos a ver la Ciudad Santa y una vez al mes tenÃamos una excursión por una zona de Palestina.
Los estudiantes podÃan también visitar Egipto. El padre Antonio cuenta, a viva voz, la experiencia que tuvo en unas vacaciones de Navidad.
- Llegué al pie de la montaña, al monasterio ortodoxo de Santa Caterina. Acompañado por un guÃa, inicié el ascenso a la montaña de Dios. Pasé toda la noche en oración en el Monte SinaÃ.
La experiencia de la geografÃa de los santos lugares, era corroborada con el estudio de las lenguas bÃblicas originales.
-Más lejos no se puede llegar. En la lengua original tocas lo último, de allà en adelante no queda nada más. Fue un año maravilloso, no éramos muchos alumnos, no habÃa exámenes. Era estudiar con la finalidad de formar investigadores.
Durante las vacaciones de Pascua, el padre Artola y sus colegas viajaron a conocer Mesopotamia: Assur, NÃnive y Ur de Caldea. En diez dÃas vieron mucho de Irak.
-He celebrado misa, con mucha devoción, en la estación del ferrocarril de Ur de Caldea. Aquello era un desierto. No habÃa más edificación que esa. Era como estar en los comienzos, en la patria de Abraham y de todos los cristianos.
Jerusalén: El Domo de la Roca en medio y la torre de la iglesia de la resurrección a la derecha.
La Biblia como la conocemos hoy, es un texto acabado, bien definido y rodeado de un halo sagrado, que miles de años de fe religiosa han sabido proporcionarle. Los estudios bÃblicos llevan a los eruditos a desmenuzar los textos, a verlos en su materialidad. En este proceso la humanidad de quienes escribieron se deja ver claramente. A los ojos de los especialistas, los textos sagrados dan la apariencia de un complicado rompecabezas. La prueba de fe a la que se refiere el padre Antonio no es otra cosa que tocar con mano la fragilidad del libro más antiguo de la humanidad, testimonio de fe de millones a lo largo de los siglos. No es casualidad que al padre Artola le interese sobremanera el tema de la inspiración divina de las sagradas escrituras.
- Jerusalén fue maravilloso, guardo el mejor de los recuerdos.
Nada pudo conmover los sólidos cimientos de la fe del religioso. Mientras muchos desfallecieron en el intento, él siguió su camino y partió para estudiar un año en el Biblicum. Este centro de estudios se especializa en formar profesores para los distintos seminarios y universidades católicas alrededor del mundo. Junto con él habÃan llegado al noviciado veintinueve candidatos, se ordenaron diecinueve y de ellos solo perseveraron nueve. La crisis post-conciliar estaba diezmando los conventos.
– El Concilio Vaticano II fue el evento que más nos costó, porque nos agarró recién ordenados. Fue un golpe grande, pero yo jamás dudé de mà vocación, ni de mis estudios.
A fines de los sesenta la Iglesia abrió una puerta grande para el mundo. Hasta entonces, no se entraba a la vida religiosa con convicción. Se hacÃan redadas indiscriminadas de vocaciones para llenar seminarios. Algunos ni siquiera sabÃan que entraban a una institución en la cual no se podrÃan casar. Fue después del Concilio que la vida religiosa empezó a entenderse mejor.
-Cuando vino la liberación, muchos dijeron:
-Yo no he hecho esto conscientemente.
-Se vieron desconcertados y se fueron a casa. Daba la impresión que habÃamos vivido en un mundo infantil que llegaba a la mayorÃa de edad. Yo, en cambio, tenÃa 29 años, cuando empezó el Concilio, y para entonces ya era doctor en teologÃa por la Universidad de Friburgo. No me impactó nada, gracias a mis estudios de Biblia.
-Lo habÃan formado para ser profesor del estudiantado pasionista, pero la necesidad y los contactos que tenÃa con los Hermanos de La Salle le abrieron las puertas de un proyecto educativo en Salamanca, la bella ciudad universitaria.
- Al terminar con ese compromiso, en 1969, partà rumbo al paÃs Vasco, donde permanecà 30 años enseñando en la universidad de Bilbao-
Artola vino al Perú por un mes en el año 2000 para dar un curso de San Pablo. En 2002, mudó su residencia a Lima y dictó cátedra en el seminario del Callao, hasta el 2008.
-El nivel académico de los candidatos era muy pobre y aquello no me gustaba-
Artola habÃa llegado con mucha ilusión al Perú, esperando encontrarse con las fuentes de la TeologÃa de la Liberación, cuyo fundador, Gustavo Gutiérrez, es peruano.
-Yo querÃa ver cómo se vivÃa el cristianismo, desde la religiosidad de aquÃ-
Pero encontró un ambiente distinto al que esperaba.
-Se enseñan las mismas cosas que en Europa. Falta una sÃntesis autóctona, más imbuida de la religiosidad local-
Entre 2005 y 2013, Artola enseñó en la Facultad Pontificia y Civil de Lima. El misionero docente ha pasado 57 años ininterrumpidos enseñando, solo en este ha dejado la docencia. Pero aún ahora, la diócesis de Moyobamba, lo ha comprometido para dar un curso de San Pablo, en San MartÃn.
-El obispo llegó a Lima el 19 de marzo, dÃa de San José, a participar de la inauguración del seminario de LurÃn. Vino aquà mismo y me dijo:
-Estamos mal de profesores sobre el tema de San Pablo. ¿Puede darlo en forma intensiva durante dos meses?
-70 horas de San Pablo. No pude negarme. La escritura yo la he vivido.
En el ocaso de su vida, el padre Antonio MarÃa Artola Arbiza vive solitario. Confiesa los sábados y domingos a tiempo completo; celebra la Santa Misa a diario y trata de llevar una vida austera. Él va a lo suyo: prepara clases, da ejercicios espirituales y aprovecha de su retiro para cultivar la mÃstica que le ha inspirado siempre su Santo patrón, San Gabriel de la Dolorosa.
Roy Zúñiga Paredes
El padre Artola en la sala de visitas de su comunidad en San Isidro
El padre Antonio MarÃa Artola en la comunidad pasionista de Virgen del Pilar, San Isidro.